martes, 24 de enero de 2017

La Historia Interminable: El fin y el comienzo

Después de que Atreyu regresara a la Torre de Marfil, donde le esperaba la Emperatriz Infantil aún enferma, Bastián se da cuenta de que él es el salvador que estaba buscando Atreyu por toda Fantasia. Pero no sabe cómo llegar hasta allí para salvar a la Señora de los Deseos, la de los Ojos Dorados, para darle su nuevo nombre: La Hija de la Luna. Entonces, la Emperatriz deja a Atreyu en el Pabellón de la Magnolia y se va a buscar al Viejo de la Montaña Errante. 
La Emperatriz Infantil, tras viajar durante mucho tiempo, por fin encuentra al Viejo de la Montaña Errante, después de subir por el camino que la llevaba hasta a él, el camino que llegaba hasta una especie de huevo gigante. Una parte de la cáscara se abre, permitiendo a la Señora de los Deseos acceder a su interior, donde se hallaba la persona que estaba buscando. Justo al entrar, se quedan encerrados en el huevo, que dará origen a nueva vida. Pero hasta que Bastián no llegue a Fantasia, no podrá hacer nada, por lo que la de los Ojos Dorados le pide al que escribe todo lo que ocurre en Fantasia, que vuelva a narrar la historia. Y así vuelve a narrar el comienzo de la Historia Interminable, provocando que se sumerjan en el círculo del Eterno Retorno.
La historia vuelve a narrarse una y otra vez hasta que Bastián, desesperado después de escuchar la narración miles de veces en su cabeza, llama a la Emperatriz Infantil por su nuevo nombre desde el desván. En ese mismo instante, la cáscara del huevo se abre, dando lugar a nuevas vidas, y empiezan a pasar cosas extrañas donde estaba Bastián: un viento sopla de la nada, agitando el libro y apagando las luces, mientras dan las doce.
“¡Hija de la Luna! ¡Voy!”, gritaba Bastián en medio de la oscuridad en la que se encontraba. No sabía dónde estaba, hasta que la Señora de los Deseos aparece ante él. Ella le dice que puede hacer todo lo que quiera, y le da la alhaja, pero al chico no se le ocurre nada, por lo que la chica le intenta dar ideas. Y así surge la Selva Nocturna, Perelín. El primer brote surgió de lo que había quedado de la anterior Fantasia, y empiezan a crecer muchas plantas, de brillantes y numerosos colores que destacaban en lo que antes era tan oscuro como el vacío del universo, con abundantes frutos en sus ramas. Este es el primer deseo de Bastián.
Después, empieza a cambiar su propio cuerpo. Se hace más alto, delgado y hábil. Camina durante un buen rato por su creación, Perelín, hasta que se cansa y decide reposar sobre un gran árbol hasta el amanecer.
Cuando Bastián despertó, la frondosa selva que había la noche anterior no estaba. En lugar de abundantes plantas de numerosos colores, sólo había arena. Allí ya no había rastro de vida alguna, como hace unas horas antes. Al contemplar las dunas de colores, decide bautizar al desierto como Goab, el Desierto de Colores. Entonces, divisó un enorme león de colores, saltando sobre las dunas de colores, cambiando de color dependiendo de la arena que tuviera debajo, acercándose a él. Empiezan a hablar, y Bastián descubre que se llama Graógraman. Este le explica todo sobre el desierto, recorren gran parte de las dunas y al final del día se van a la guarida del león. Le ofrece al chico darse un baño, y mientras lo hace escucha un ruido espantoso. Al volver a donde estaba el gran felino, este estaba petrificado. Se da cuenta de que ha caído la noche y de que Perelín ha vuelto a florecer.
El día siguiente, le pregunta por lo sucedido. Tristemente, Goab y Perelín no pueden estar cuando el otro está presente, por lo que el día y la noche duran lo mismo. Bastián le sugiere a Graógraman salir del desierto, pero no puede porque el desierto lo acompaña a todos lados a donde va.
Al cabo de un tiempo, Bastián decide seguir explorando el resto de Fantasia, dejando atrás a su amigo y a su creación. Aunque antes de reemprender el viaje, el león le regala una espada, que sólo podrá usar una vez que le haya puesto un nombre. El chico enseguida bautizó a la espada con el nombre de “Sikanda”. Aunque pareciera vieja y gastada, si salta a las manos de Bastián se convierte en un arma temible, que ningún ser en Fantasia pudiera vencer.
Al irse, Bastián atraviesa una puerta que lo lleva al Templo de las Mil Puertas, al que nunca se podrá acceder por segunda vez por la misma puerta. Mientras camina, alejándose en el anochecer, se despide de Graógraman, prometiéndole que volverá. 
Aunque Bastián no sabía que no cumpliría su promesa personalmente, otra persona vendría en su nombre y la cumpliría por él.